Dado que los físicos
modernos saben ya que la materia no es una cosa, sino un estado o pauta de
energía que se puede describir mediante las matemáticas, es evidente que los
pitagóricos tenían razón cuando afirmaban que todo es número. JOHN ANTHONY WEST. Uno de los padres de la física de partículas.
Los números, desde antiguo, han tenido un gran atractivo
para los amantes de la simbología y la adivinatoria. Ya Platón consideró el
número como esencia de la armonía y ésta como fundamento del cosmos y del
hombre. En su famoso diálogo Timeo, el protagonista enuncia los siete números
que dieron vida al universo. Estos números se colocaban en figura de lamda
tal y como se ve en la figura.
Para los griegos, los diez primeros números (doce en
traciones orientales) pertenecían al espíritu: eran entidades, arquetipos y
símbolos. Los demás números, si poseían significado, era por ser combinaciones
de esos números primordiales. Este punto de vista podría resumirse con la
siguiente frase atribuida a Pitágoras: “Todo está dispuesto según el
número”.
En la cultura asirio-babilónica se ordenaba el mundo
celestial siguiendo la armonía de los
números, armonía regida en parte por el sistema sumero-acadio de numeración y
donde el simbolismo de los números formaba parte inseparable del nombre como
individuo.
El simbolismo de los números fue también desarrollado por
egipcios, hebreos e hindúes, sin olvidar a los chinos entre otros. El libro
sagrado Tao Te King de Lao Tse comienza con estas palabras: “El Tao engendra
al uno, el uno engendra al dos, el dos engendra al tres y el tres engendra los
diez mil seres”. En cuanto a los
hebreos, en su Libro de la
Creación (Sefer Yetzirah), se revela que el Dios de
Israel, Jehová de los ejércitos, creo el universo por medio de los diez
primeros números y las 22 letras del alfabeto. La Kábala observa también el
significado de las letras, aunque a estás finalmente se les asigna un valor
numérico.
Los números son la sustancia básica del cosmos. Las notas
de la escala musical, los colores del arco iris, el movimiento de las
estrellas, el crecimiento de las plantas, del cuerpo y la mente humana. La
naturaleza entera podrá ser descrita mediante la interacción de un número con
otro.
La obsesión que la naturaleza creadora tiene por los números
está presente en las abundantes estructuras diseñadas con ayuda de los célebres
números con nombre de letra Pi y Phi, que también podrían ser llamados los “ladrillos
cósmicos”.
El primero, Pi, igual a 3,1416, es necesario para calcular
la longitud de la circunferencia, figura geométrica que dicta la forma de las
esferas planetarias y sus órbitas. Es el símbolo universal por excelencia de
perfección, eternidad y divinidad. En cuanto a Phi, igual a 1,61803, conocido
también a lo largo de la historia como el número de oro, y que puede hallarse
en cualquier espiral logarítmica, es uno de los diseños geométricos más
pródigos de la naturaleza. Símbolo de la evolución continua de la vida, es la
forma elegida por las plantas trepadoras, las conchas de los moluscos, el ADN
humano, la cristalización de la parafina, los huracanes, y las galaxias como
Andrómeda.
El filósofo griego Pitágoras, en el siglo VI a.c. observó
este hecho y a él se le atribullen frases tales como: “Todas las cosas
pueden ser expresadas en términos numéricos, porque todas las cosas pueden ser
reducidas a números”. Finalmente las matemáticas y la ciencia en general,
se ha encargado de demostrarlo. Definida en principio como la ciencia que
estudia los números, las cantidades o las medidas, las matemáticas también son
consideradas como la ciencia que estudia las estructuras abstractas que
permiten “hacer visible lo invisible”.
La gravedad, las frecuencias de ondas, los campos
electromagnéticos se hacen visibles através del cálculo matemático, sin olvidar
su capacidad de preveer situaciónes mediante el cálculo de
probabilidades y estadísticas. Y en esto no hay nada de magia ni brujería y de
ello buena cuenta pueden dar economistas y sociólogos.
Esta capacidad de hacer visible lo invisible es todavía más
importante cuando nos trasladamos a terrenos de espiritualidad o evolución
personal. Entre las llamadas ciencias sagradas que se encuentran en todas las
culturas -astrología, magia, alquimia, cábala, etc-, cuya finalidad es revelar
al ser humano el sentido oculto de la creación, no hay ninguna que prescinda de
los números.
Aunque la numerología que vamos a estudiar está
estrechamente ligada en sus inicios a la Astrología y a la Astronomía , no podemos
precisar cual es el origen de la numerología como tal, ya que parte de una
creencia: Cada letra, palabra, nombre, objeto , ser vivo o instante, vibran
conforme a un patrón, a un número y cada número lleva implicitamente un
significado. Por tanto, podemos decir que es tan antigua como la propia
escritura, apareciendo en todos los pueblos o culturas que han dejado elementos
escritos: Egipcios, chinos, hindúes, hebreos, caldeos, Incas, Mayas, etc.
Por ejemplo: El I Ching es un
libro oracular chino cuyos primeros textos se suponen escritos hacia el 1200 a. c. aunque se practicaba desde
mucho antes. Es uno de los Cinco Clásicos Confucianos. El término i ching significa ‘libro de las
mutaciones’. El texto fue aumentado durante la dinastía Zhou y posteriormente
por comentaristas de la escuela de Confucio, pero su contenido original es de
procedencia taoísta, y no confucianista. Se cree que describe la situación
presente de quien lo consulta y predice el modo en que se resolverá en el
futuro si se adopta ante él la posición correcta. Es un libro adivinatorio y
también un libro moral, y a la vez que, por su estructura y simbología, es un
libro filosófico. I Ching supone un universo regido por el principio del cambio
y la relación entre los opuestos. Nunca presenta una situación en la que no
esté incluido el principio contrario al rector del signo, que conducirá a un
nuevo estado. Los cambios se suceden de manera cíclica, como las estaciones del
año, lo cual muestra claramente el concepto taoísta del yin y yang.
El I Ching describe un universo en el que la energía
creadora proviene del cielo, en tanto la tierra es receptora y fecundadora de
esa energía primaria. El texto del I Ching consta de 64 conjuntos de seis
líneas llamados hexagramas (卦 guà). Cada hexagrama es una figura compuesta de
seis líneas horizontales apiladas (爻
yáo). Cada línea es Yang (línea
ininterrumpida o sólida ), o Yin (línea abierta, rota o quebrada con un hueco
en el centro). Con seis de estas líneas apiladas de abajo hacia arriba hay 64
combinaciones posibles, y por lo tanto 64 hexagramas.
Volviendo al tema que nos ocupa, la cultura occidental
argumenta que los hindúes aprendieron la numerología de las caravanas de
mercaderes procedentes de Caldea, cuna de la magia, pero nada se conoce a
ciencia cierta de esto. En todo caso, una antigua tradición dice que fueron
magos caldeos quienes enseñaron la
Cábala al patriarca bíblico Abraham. Esta tradición judeo
mística – cábala significa en hebreo tradición – sostiene que cada número tiene
una cualidad vibracional inherente y anterior a la creación de los sonidos y
por supuesto de la propia escritura. Posteriormente al originarse el alfabeto,
cada letra, palabra o nombre de la
Biblia fue asociado por los cabalistas a un número. De ese
modo, algunos vocablos y principalmente los nombres divinos, angélicos, se
convirtieron en poderosos talismanes cuya sola repetición , invocación, podría
revelar al iniciado el conocimiento de su verdadera naturaleza y brindarle la
posibilidad de librarse de las debilidades humanas. En la actualidad, la gran
mayoría de credos utilizan rezos, oraciones o mantras con similar propósito.
Los árabes desarrollaron también un sistema abstracto de
adivinación del tipo matemático y geométrico llamado geomancia y que se
practicaba sobre arena en la tierra. Y lo mismo hicieron otros pueblos como los
celtas con su alfabeto rúnico, Pero sin duda, la tradición mística que más ha
nutrido a la numerología occidental que actualmente se practica, ha sido la
filosofía pitagórica.
Pitágoras fundamentalmente enseñaba la inmortalidad del
espíritu y la transmigración del alma. El mismo, decía: “El alma solo podrá liberarse de sus
reencarnaciones sucesivas a través del amor y la armonía. Una vez liberadas,
las almas se convierten en genios semidivinos que habitan en los jardines
estelares de los bienaventurados, más allá de la Vía Láctea ”. Los
pitagóricos practicaban el silencio, la frugalidad, la sencillez en el vestir y
el desapego a las posesiones materiales, así como el hábito del autoanálisis.
Estos eran sus Yamas y Niyamas.
Pitágoras, nació en la ciudad griega de Samos en el 580 a .c. y es célebre entre
otras muchas cosas por ser el padre del teorema que lleva su nombre o por haber
descubierto la octava musical. En su juventud viajó por Egipto, donde fue
iniciado en los misterios de Osiris, por Sumeria donde conoció a los magos
caldeos, por Persia en donde estudió con el mago Zoroastro y también y sin
olvidar, por la
India. Pitágoras , como hombre que había viajado por todo el
mundo, obtuvo su información a partir de fuentes orientales, egipcias e indias.
Los números eran para Pitágoras entidades espirituales,
principios eternos, agentes de armonía cuya presencia se deja sentir en todo el
universo. La felicidad suprema radicaba en la contemplación de la armonía de
los ritmos cósmicos ordenada conforme al número.
Pitágoras fue el primero en aplicar al universo la palabra
cosmos, que significa orden. Creía que los dígitos del 1 al 9, representaban en
el plano macrocósmico, los principios universales encargados de conformar ese
orden, mientras que en el plano microcósmico, encarnaban las características y
facultades humanas, así como los acontecimientos y ciclos de la existencia. No
hay que olvidar que la numerología tiene en la astrología a su madre creadora.
Los números y las matemáticas son tan antiguos como la
propia humanidad. Los instrumentos humanos más antiguos relacionados con el
acto de contar, tienen unos 35.000 años y consisten en muescas empleadas como
calendarios lunares. Alrededor del 2000 a .c., tanto sumerios como egipcios o
hindúes entre otros, ya habían desarrollado sistemas numéricos primitivos, pero
habría que esperar al siglo VI a.c. cuando Tales de Mileto y Pitágoras
desarrollaran sus ideas geométricas y matemáticas. No olvidemos también que en
el renacimiento, todo el arte arquitectónico, pictórico u escultórico sobre
todo relacionado con iglesias y templos, está influenciado por estos símbolos.
Aquel que visite una catedral antigua o contemple un cuadro del Renacimiento no
debe olvidar contar. El número de personas representadas, de ventanas, de
columnas, de peldaños, de quicios de una pila bautismal, así como los radios de
una simple rueda, pueden ser la clave que nos ayude a descifrar esa idea oculta
o el profundo significado de una obra de arte. En la Edad Media , se tenía la
creencia de que los números representaban los pensamientos de Dios, razón por
la cual se cree que el conocimiento de los números puede conducir a conocer
realmente el universo.
Por último y muy importante; Para comprender la esencia de
la simbología de los números, es importante tener muy claro que no se trata
de asignar una idea de forma premeditada. Como en el caso de cualquier
símbolo auténtico, lo que resulta decisivo es que el significado sea, por así
decirlo, “casual”, que sea reconocido por la conciencia, pero no ideado por
ella. La ratificación a nivel científico de este conocimiento se lo debemos
agradecer a la
Psicología Profunda de C.G. Jung, que supuso demostrar que
nuestro inconsciente se expresa en forma de imágenes y de símbolos, que no se
necesitan aprender previamente. Este conocimiento profundo de la simbología es
válido al menos para los números simples, los cuales poseen una propiedad
arquetípica. Este tipo de números juegan igualmente un papel muy importante en
la interpretación de los sueños de Jung.
Por tanto, quiero dejar claro que como símbolos
arquetípicos que brotan del inconsciente colectivo, no se puede asegurar a qué
cultura atribuir su propiedad, y menos bajo el prisma egocentrista europeo. Ni
tan siquiera datarlo de forma aproximada. Su origen se remonta al origen de la
palabra. Por otro lado es cierto que con el paso de los siglos, su estudio y
desarrollo bajo distintos prismas, se ha ido moldeando y refinando en su uso.
Es por esto que no debemos desdeñar ninguna interpretación siempre que sea
seria y fiable.
En este trabajo no pretendo aclarar su origen, ni su
evolución. Mi interés se basa en la aplicación de estos arquetipos a las
prácticas del Hatha Yoga. La posibilidad de encontrar aquel que nos de una
pista inspirada y válida en nuestro camino evolutivo, nos ofrece también la
posibilidad de su aplicación, si así lo sentimos, en nuestra propia práctica
habitual, aplicando prácticas, que incluyan asanas y pranayamas o mudras y
otras prácticas tántricas, que nos ayuden a armonizar nuestras tendencias
(sankaras) entre otros beneficios.
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