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miércoles, 20 de noviembre de 2019

El origen de la numerología


Dado que los físicos modernos saben ya que la materia no es una cosa, sino un estado o pauta de energía que se puede describir mediante las matemáticas, es evidente que los pitagóricos tenían razón cuando afirmaban que todo es número. JOHN ANTHONY WEST. Uno de los padres de la física de partículas.


Los números, desde antiguo, han tenido un gran atractivo para los amantes de la simbología y la adivinatoria. Ya Platón consideró el número como esencia de la armonía y ésta como fundamento del cosmos y del hombre. En su famoso diálogo Timeo, el protagonista enuncia los siete números que dieron vida al universo. Estos números se colocaban en figura de lamda tal y como se ve en la figura.

Para los griegos, los diez primeros números (doce en traciones orientales) pertenecían al espíritu: eran entidades, arquetipos y símbolos. Los demás números, si poseían significado, era por ser combinaciones de esos números primordiales. Este punto de vista podría resumirse con la siguiente frase atribuida a Pitágoras: “Todo está dispuesto según el número”.

En la cultura asirio-babilónica se ordenaba el mundo celestial siguiendo la  armonía de los números, armonía regida en parte por el sistema sumero-acadio de numeración y donde el simbolismo de los números formaba parte inseparable del nombre como individuo.

El simbolismo de los números fue también desarrollado por egipcios, hebreos e hindúes, sin olvidar a los chinos entre otros. El libro sagrado Tao Te King de Lao Tse comienza con estas palabras: “El Tao engendra al uno, el uno engendra al dos, el dos engendra al tres y el tres engendra los diez mil seres”.  En cuanto a los hebreos, en su Libro de la Creación (Sefer Yetzirah), se revela que el Dios de Israel, Jehová de los ejércitos, creo el universo por medio de los diez primeros números y las 22 letras del alfabeto. La Kábala observa también el significado de las letras, aunque a estás finalmente se les asigna un valor numérico.

Los números son la sustancia básica del cosmos. Las notas de la escala musical, los colores del arco iris, el movimiento de las estrellas, el crecimiento de las plantas, del cuerpo y la mente humana. La naturaleza entera podrá ser descrita mediante la interacción de un número con otro.

La obsesión que la naturaleza creadora tiene por los números está presente en las abundantes estructuras diseñadas con ayuda de los célebres números con nombre de letra Pi y Phi, que también podrían ser llamados los “ladrillos cósmicos”.

El primero, Pi, igual a 3,1416, es necesario para calcular la longitud de la circunferencia, figura geométrica que dicta la forma de las esferas planetarias y sus órbitas. Es el símbolo universal por excelencia de perfección, eternidad y divinidad. En cuanto a Phi, igual a 1,61803, conocido también a lo largo de la historia como el número de oro, y que puede hallarse en cualquier espiral logarítmica, es uno de los diseños geométricos más pródigos de la naturaleza. Símbolo de la evolución continua de la vida, es la forma elegida por las plantas trepadoras, las conchas de los moluscos, el ADN humano, la cristalización de la parafina, los huracanes, y las galaxias como Andrómeda.

El filósofo griego Pitágoras, en el siglo VI a.c. observó este hecho y a él se le atribullen frases tales como: “Todas las cosas pueden ser expresadas en términos numéricos, porque todas las cosas pueden ser reducidas a números”. Finalmente las matemáticas y la ciencia en general, se ha encargado de demostrarlo. Definida en principio como la ciencia que estudia los números, las cantidades o las medidas, las matemáticas también son consideradas como la ciencia que estudia las estructuras abstractas que permiten “hacer visible lo invisible”.

La gravedad, las frecuencias de ondas, los campos electromagnéticos se hacen visibles através del cálculo matemático, sin olvidar su capacidad de preveer situaciónes mediante el cálculo de probabilidades y estadísticas. Y en esto no hay nada de magia ni brujería y de ello buena cuenta pueden dar economistas y sociólogos.

Esta capacidad de hacer visible lo invisible es todavía más importante cuando nos trasladamos a terrenos de espiritualidad o evolución personal. Entre las llamadas ciencias sagradas que se encuentran en todas las culturas -astrología, magia, alquimia, cábala, etc-, cuya finalidad es revelar al ser humano el sentido oculto de la creación, no hay ninguna que prescinda de los números.

Aunque la numerología que vamos a estudiar está estrechamente ligada en sus inicios a la Astrología y a la Astronomía, no podemos precisar cual es el origen de la numerología como tal, ya que parte de una creencia: Cada letra, palabra, nombre, objeto , ser vivo o instante, vibran conforme a un patrón, a un número y cada número lleva implicitamente un significado. Por tanto, podemos decir que es tan antigua como la propia escritura, apareciendo en todos los pueblos o culturas que han dejado elementos escritos: Egipcios, chinos, hindúes, hebreos, caldeos, Incas, Mayas, etc.

Por ejemplo: El I Ching es un libro oracular chino cuyos primeros textos se suponen escritos hacia el 1200 a. c. aunque se practicaba desde mucho antes.  Es uno de los Cinco Clásicos Confucianos. El término i ching significa ‘libro de las mutaciones’. El texto fue aumentado durante la dinastía Zhou y posteriormente por comentaristas de la escuela de Confucio, pero su contenido original es de procedencia taoísta, y no confucianista. Se cree que describe la situación presente de quien lo consulta y predice el modo en que se resolverá en el futuro si se adopta ante él la posición correcta. Es un libro adivinatorio y también un libro moral, y a la vez que, por su estructura y simbología, es un libro filosófico. I Ching supone un universo regido por el principio del cambio y la relación entre los opuestos. Nunca presenta una situación en la que no esté incluido el principio contrario al rector del signo, que conducirá a un nuevo estado. Los cambios se suceden de manera cíclica, como las estaciones del año, lo cual muestra claramente el concepto taoísta del yin y yang.

El I Ching describe un universo en el que la energía creadora proviene del cielo, en tanto la tierra es receptora y fecundadora de esa energía primaria. El texto del I Ching consta de 64 conjuntos de seis líneas llamados hexagramas (卦 guà). Cada hexagrama es una figura compuesta de seis líneas horizontales apiladas  (爻 yáo).  Cada línea es Yang (línea ininterrumpida o sólida ), o Yin (línea abierta, rota o quebrada con un hueco en el centro). Con seis de estas líneas apiladas de abajo hacia arriba hay 64 combinaciones posibles, y por lo tanto 64 hexagramas.

Volviendo al tema que nos ocupa, la cultura occidental argumenta que los hindúes aprendieron la numerología de las caravanas de mercaderes procedentes de Caldea, cuna de la magia, pero nada se conoce a ciencia cierta de esto. En todo caso, una antigua tradición dice que fueron magos caldeos quienes enseñaron la Cábala al patriarca bíblico Abraham. Esta tradición judeo mística – cábala significa en hebreo tradición – sostiene que cada número tiene una cualidad vibracional inherente y anterior a la creación de los sonidos y por supuesto de la propia escritura. Posteriormente al originarse el alfabeto, cada letra, palabra o nombre de la Biblia fue asociado por los cabalistas a un número. De ese modo, algunos vocablos y principalmente los nombres divinos, angélicos, se convirtieron en poderosos talismanes cuya sola repetición , invocación, podría revelar al iniciado el conocimiento de su verdadera naturaleza y brindarle la posibilidad de librarse de las debilidades humanas. En la actualidad, la gran mayoría de credos utilizan rezos, oraciones o mantras con similar propósito.

Los árabes desarrollaron también un sistema abstracto de adivinación del tipo matemático y geométrico llamado geomancia y que se practicaba sobre arena en la tierra. Y lo mismo hicieron otros pueblos como los celtas con su alfabeto rúnico, Pero sin duda, la tradición mística que más ha nutrido a la numerología occidental que actualmente se practica, ha sido la filosofía pitagórica.

Pitágoras fundamentalmente enseñaba la inmortalidad del espíritu y la transmigración del alma. El mismo, decía:  “El alma solo podrá liberarse de sus reencarnaciones sucesivas a través del amor y la armonía. Una vez liberadas, las almas se convierten en genios semidivinos que habitan en los jardines estelares de los bienaventurados, más allá de la Vía Láctea”. Los pitagóricos practicaban el silencio, la frugalidad, la sencillez en el vestir y el desapego a las posesiones materiales, así como el hábito del autoanálisis. Estos eran sus Yamas y Niyamas.

Pitágoras, nació en la ciudad griega de Samos en el 580 a.c. y es célebre entre otras muchas cosas por ser el padre del teorema que lleva su nombre o por haber descubierto la octava musical. En su juventud viajó por Egipto, donde fue iniciado en los misterios de Osiris, por Sumeria donde conoció a los magos caldeos, por Persia en donde estudió con el mago Zoroastro y también y sin olvidar, por la India. Pitágoras, como hombre que había viajado por todo el mundo, obtuvo su información a partir de fuentes orientales, egipcias e indias.

Los números eran para Pitágoras entidades espirituales, principios eternos, agentes de armonía cuya presencia se deja sentir en todo el universo. La felicidad suprema radicaba en la contemplación de la armonía de los ritmos cósmicos ordenada conforme al número.

Pitágoras fue el primero en aplicar al universo la palabra cosmos, que significa orden. Creía que los dígitos del 1 al 9, representaban en el plano macrocósmico, los principios universales encargados de conformar ese orden, mientras que en el plano microcósmico, encarnaban las características y facultades humanas, así como los acontecimientos y ciclos de la existencia. No hay que olvidar que la numerología tiene en la astrología a su madre creadora.

Los números y las matemáticas son tan antiguos como la propia humanidad. Los instrumentos humanos más antiguos relacionados con el acto de contar, tienen unos 35.000 años y consisten en muescas empleadas como calendarios lunares. Alrededor del 2000 a.c., tanto sumerios como egipcios o hindúes entre otros, ya habían desarrollado sistemas numéricos primitivos, pero habría que esperar al siglo VI a.c. cuando Tales de Mileto y Pitágoras desarrollaran sus ideas geométricas y matemáticas. No olvidemos también que en el renacimiento, todo el arte arquitectónico, pictórico u escultórico sobre todo relacionado con iglesias y templos, está influenciado por estos símbolos. Aquel que visite una catedral antigua o contemple un cuadro del Renacimiento no debe olvidar contar. El número de personas representadas, de ventanas, de columnas, de peldaños, de quicios de una pila bautismal, así como los radios de una simple rueda, pueden ser la clave que nos ayude a descifrar esa idea oculta o el profundo significado de una obra de arte. En la Edad Media, se tenía la creencia de que los números representaban los pensamientos de Dios, razón por la cual se cree que el conocimiento de los números puede conducir a conocer realmente el universo.

Por último y muy importante; Para comprender la esencia de la simbología de los números, es importante tener muy claro que no se trata de asignar una idea de forma premeditada. Como en el caso de cualquier símbolo auténtico, lo que resulta decisivo es que el significado sea, por así decirlo, “casual”, que sea reconocido por la conciencia, pero no ideado por ella. La ratificación a nivel científico de este conocimiento se lo debemos agradecer a la Psicología Profunda de C.G. Jung, que supuso demostrar que nuestro inconsciente se expresa en forma de imágenes y de símbolos, que no se necesitan aprender previamente. Este conocimiento profundo de la simbología es válido al menos para los números simples, los cuales poseen una propiedad arquetípica. Este tipo de números juegan igualmente un papel muy importante en la interpretación de los sueños de Jung.

Por tanto, quiero dejar claro que como símbolos arquetípicos que brotan del inconsciente colectivo, no se puede asegurar a qué cultura atribuir su propiedad, y menos bajo el prisma egocentrista europeo. Ni tan siquiera datarlo de forma aproximada. Su origen se remonta al origen de la palabra. Por otro lado es cierto que con el paso de los siglos, su estudio y desarrollo bajo distintos prismas, se ha ido moldeando y refinando en su uso. Es por esto que no debemos desdeñar ninguna interpretación siempre que sea seria y fiable.

En este trabajo no pretendo aclarar su origen, ni su evolución. Mi interés se basa en la aplicación de estos arquetipos a las prácticas del Hatha Yoga. La posibilidad de encontrar aquel que nos de una pista inspirada y válida en nuestro camino evolutivo, nos ofrece también la posibilidad de su aplicación, si así lo sentimos, en nuestra propia práctica habitual, aplicando prácticas, que incluyan asanas y pranayamas o mudras y otras prácticas tántricas, que nos ayuden a armonizar nuestras tendencias (sankaras) entre otros beneficios.

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